Para este jovencito era demasiada tentación que su abuela siempre dejara abierta la puerta del baño cuando se daba una ducha. Muchas veces pasó por al lado pero consiguió resistir la tentación, hasta hoy, ya que no pudo controlarse y tuvo que espiarla desnuda porque estaba seguro que debajo de esa ropa aún había un cuerpo que se conservaba muy bien. Y no se equivocó el amigo porque su abuelita estaba que se rompía de buena y aún tenía las carnes muy duras, pero sobre todo unas tetas bien gordas recién operadas en las que seguro su verga estaría la mar de a gusto.