Viuda se quita la pena a pollazos
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Con su pinta de mujer seria y de posibles, recibiéndolo en el despacho de su marido en casa, uno no podía pensar que regateara el precio de una reforma. Vamos, al menos el contratista pensaba que el negocio estaba hecho, pero la rubia madura lo sorprendió. A su marido no le importaba el precio del trabajo, pero ella lo consideraba demasiado, y quería renegociar. Pero en esta ocasión no quería una rebaja, lo que quería era pagar en especie, en carne, más concretamente. La verdad, el rollo obrero la ponía cachonda, su esposo la dejaba mucho tiempo sola… Y a ella le gustaría tener un amante fijo en casa, para abrirse de piernas y que su coño maduro se corriera con una buena follada.